jueves, 16 de junio de 2016

Los 12 Trabajos de Heracles: Matar a Gerión y robarle su rebaño


Superando el egoísmo y el apego a lo material y efímero


Bienvenido al Décimo Trabajo de Heracles. Este es uno de los trabajos finales del héroe, y por ello de los más difíciles y exigentes. Euristeo le encarga robar y traer consigo de regreso el gran rebaño de Bueyes Rojos que pertenecía al gigante Gerión, quien poseía tres cabezas, tres torsos, y seis manos.




El mentor de Heracles sabe muy bien que este será un trabajo desafiante desde el principio hasta el final, y por ello le aconseja, como primer paso, pedir ayuda a Helios, dios del Sol, pues el territorio donde Gerión guarda y apacenta su rebaño está muy lejos, en la isla de Eritia, “más allá del océano inmenso...”




Además, los bueyes están bajo el cuidado y la protección de un pastor, llamado Euritión, y de Ortro, un fiero y terrible perro guardián de dos cabezas.




Para poder cruzar el océano y llegar hasta la isla de Eritia en un tiempo razonable, Heracles sigue el consejo de Euristeo, pidiendo ayuda a Helios, quien le obsequia con un poderoso talismán, que le guiará y le protegerá a lo largo del viaje desde el tranquilo -pero traicionero- mar Mediterráneo hasta el tempestuoso y desconocido océano Atlántico, llegando a las costas de la actual península ibérica, donde parece ser que se halla la isla entonces conocida como Eritia.
Al llegar a la playa de la isla, ve al ganado de Bueyes Rojos pastando tranquilamente a la orilla del mar siempre embravecido que un día bañó las costas de la poderosa Atlántida. 




Al divisar a Heracles y adivinar su intención de llevarse el rebaño, el temible Ortro se lanzó sobre él, lanzando alaridos y atacando furiosamente, una y otra vez, al héroe entre los héroes, quien supo esquivar cada una de sus dentelladas; tomando su enorme maza, Heracles golpeó con ella a Ortro, primero en una cabeza y luego en la otra, poniendo fin a su vida; así acabó para siempre con la terrible criatura, padre del poderoso León de Nemea, quien a su vez había sido derrotado y muerto por el mismo Heracles en su Primer Trabajo:

Al ver la derrota y muerta de su poderoso compañero canino, el pastor Euritión pidió clemencia a Heracles, quien decidió perdonarle la vida.
Estaba regresando sobre sus pasos, de vuelta a su navío y llevando al rebaño de Bueyes Rojos con él, cuando desde lejos llegó el gigante Gerión, decidido a vengar a su fiel Ortro, matando a Heracles y recuperando su valioso rebaño.




Frente a frente, héroe y gigante se desafiaron, y fue Gerión quien inició el ataque con su larga y poderosa lanza, que Heracles supo esquivar, para contraatacar disparando una flecha mortal, mojada en su punta con la sangre de la Hidra de Lerna, otra de las monstruosas criaturas derrotadas por el héroe, en este caso, en su Segundo Trabajo:

El mortífero proyectil atravesó los tres torsos de Gerión, hiriendo de muerte al furioso gigante, quien cayó a los pies del héroe vencedor.
Tomando, ahora sí sin oposición, el rebaño del difunto Gerión, regresó Heracles hasta su lejana patria, en Grecia, no sin llevar a cabo numerosas y meritorias hazañas, como corresponde al gran héroe que nos inspira en nuestro Camino del Héroe.
Una de ellas, y la famosa de todas, fue llegar hasta el estrecho de Gibraltar, que separa Europa de África, levantando dos grandes columnas como pórtico para separar el Mediterráneo del Atlántico, lo conocido de lo desconocido...




Anteriormente, en el viaje de ida, Heracles había separado ambos continentes para unir las aguas del mar y del océano, una hazaña igualmente conocida.
Al presentarse ante su orgulloso y satisfecho mentor, Heracles le entregó el gran rebaño de Bueyes Rojos, que Euristeo sacrificó en el templo a la diosa Hera, la mayor inspiradora -y a la vez- adversaria del héroe. Y así finalizó el Décimo Trabajo, antepenúltimo de los 12.
Varias son las claves psicológicas del mito: La primera se refiere al propósito del propio Trabajo, que en esencia consiste en desprenderse de los últimos restos de egoísmo y de pasión animal, a la vez que supera todo apego a la riqueza material, simbolizada por el inacabable rebaño de Bueyes Rojos, valioso presente que entrega a Gerión para su sacrificio ante Hera.
El nombre de “Heracles” significa precisamente “Preciosa Gloria de Hera”, inspirando y poniendo duras y difíciles pruebas al héroe, quien ha de superarlas para conocerse y vencerse a sí mismo y convertirse en el dios que es en potencia por sus propios méritos.




Para ello ha de cruzar el mar hasta sus confines, para a partir de allí adentrarse en el océano desafiante y desconocido... En otras palabras, ha de enfrentarse a sus tempestuosas emociones, cruzando los profundos y desconocidos abismos de su psique, que como toda psique humana -y él aun era un ser plenamente humano- está invadida por las emociones.
Por este motivo el talismán de Helios, que consiste en un vaso o cáliz de oro puro, le sirve para iluminar su camino y cruzar las aguas -o sea, enfrentarse a sus emociones- de modo seguro y sin riesgo de perder de vista su meta.
El feroz Ortro, perro de doble cabeza, es el símbolo de la pasión y la furia animal que late y atiza en todos nosotros; por ello Ortro ha de ser enfrentado y muerto.




Euritión es la inteligencia de la personalidad, es decir, del Ego, y su papel es todavía útil y necesario, por lo que Heracles le permite seguir viviendo.
Él y Ortro defendían el viejo paradigma, la antigua y obsoleta forma de ser y de hacer, que ha de desaparecer para hacer posible la evolución del Alma.
Gerión es el símbolo del poder que mantiene al ser humano sometido a su propia y limitante humanidad, correspondiendo cada uno de sus torsos y cabezas a la parte instintiva, la emocional, y la mental, por las cuales el ser humano que aun no ha despertado, sobrevive sometido, ignorante de su verdadero poder e inmortalidad.




Gerión es también el último defensor de la vieja visión que sobre la vida tiene el ser humano que aun no es consciente de la más poderosa de las verdades: Él también es un dios, pero lo ha olvidado, reflejo e imagen del Dios -con mayúsculas- que todo lo ha creado, y que nuestros ancestros de hace miles de años, en una sabiduría olvidada y casi perdida, conocían como “Aquel que no tiene nombre”, porque cualquier nombre, por magnífico que fuera, limitaba su ilimitada grandeza.




Por este motivo, el ser humano, prisionero de su Ego limitado, ha de morir, para que pueda renacer el dios ilimitado que late en su interior, más allá de cualquier consideración de tiempo y espacio.

Hemos llegado, estimado lector, al final de este artículo. Recuerda que todos somos heraclidas, y estamos llamados a seguir los pasos de Heracles, convirtiéndonos en los héroes de nuestra propia vida.
Puedes consultar el primero de la serie, que habla sobre el origen del héroe llamado Heracles, cuyo primer nombre, antes que decidiera enfrentarse y vencerse a sí mismo, era Alcides, y también el orden comúnmente aceptado de sus 12 Trabajos:


Manuel Marques Robles

Mentor y Coach del Camino del Héroe


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