Superando
el egoísmo y el apego a lo material y efímero
Bienvenido
al Décimo Trabajo de Heracles. Este es uno de los trabajos finales
del héroe, y por ello de los más difíciles y exigentes. Euristeo
le encarga robar y traer consigo de regreso el gran rebaño de Bueyes
Rojos que pertenecía al gigante Gerión, quien poseía tres cabezas,
tres torsos, y seis manos.
El
mentor de Heracles sabe muy bien que este será un trabajo desafiante
desde el principio hasta el final, y por ello le aconseja, como
primer paso, pedir ayuda a Helios, dios del Sol, pues el territorio
donde Gerión guarda y apacenta su rebaño está muy lejos, en la
isla de Eritia, “más allá del océano inmenso...”
Además,
los bueyes están bajo el cuidado y la protección de un pastor,
llamado Euritión, y de Ortro, un fiero y terrible perro guardián
de dos cabezas.
Para
poder cruzar el océano y llegar hasta la isla de Eritia en un tiempo
razonable, Heracles sigue el consejo de Euristeo, pidiendo ayuda a
Helios, quien le obsequia con un poderoso talismán, que le guiará y
le protegerá a lo largo del viaje desde el tranquilo -pero
traicionero- mar Mediterráneo hasta el tempestuoso y desconocido
océano Atlántico, llegando a las costas de la actual península
ibérica, donde parece ser que se halla la isla entonces conocida
como Eritia.
Al
llegar a la playa de la isla, ve al ganado de Bueyes Rojos pastando
tranquilamente a la orilla del mar siempre embravecido que un día
bañó las costas de la poderosa Atlántida.
Al
divisar a Heracles y adivinar su intención de llevarse el rebaño,
el temible Ortro se lanzó sobre él, lanzando alaridos y atacando
furiosamente, una y otra vez, al héroe entre los héroes, quien supo
esquivar cada una de sus dentelladas; tomando su enorme maza,
Heracles golpeó con ella a Ortro, primero en una cabeza y luego en
la otra, poniendo fin a su vida; así acabó para siempre con la
terrible criatura, padre del poderoso León de Nemea, quien a su vez
había sido derrotado y muerto por el mismo Heracles en su Primer
Trabajo:
Al
ver la derrota y muerta de su poderoso compañero canino, el pastor
Euritión pidió clemencia a Heracles, quien decidió perdonarle la
vida.
Estaba
regresando sobre sus pasos, de vuelta a su navío y llevando al
rebaño de Bueyes Rojos con él, cuando desde lejos llegó el gigante
Gerión, decidido a vengar a su fiel Ortro, matando a Heracles y
recuperando su valioso rebaño.
Frente
a frente, héroe y gigante se desafiaron, y fue Gerión quien inició
el ataque con su larga y poderosa lanza, que Heracles supo esquivar,
para contraatacar disparando una flecha mortal, mojada en su punta
con la sangre de la Hidra de Lerna, otra de las monstruosas criaturas
derrotadas por el héroe, en este caso, en su Segundo Trabajo:
El
mortífero proyectil atravesó los tres torsos de Gerión, hiriendo
de muerte al furioso gigante, quien cayó a los pies del héroe
vencedor.
Tomando,
ahora sí sin oposición, el rebaño del difunto Gerión, regresó
Heracles hasta su lejana patria, en Grecia, no sin llevar a cabo
numerosas y meritorias hazañas, como corresponde al gran héroe que
nos inspira en nuestro Camino del Héroe.
Una
de ellas, y la famosa de todas, fue llegar hasta el estrecho de
Gibraltar, que separa Europa de África, levantando dos grandes
columnas como pórtico para separar el Mediterráneo del Atlántico,
lo conocido de lo desconocido...
Anteriormente,
en el viaje de ida, Heracles había separado ambos continentes para
unir las aguas del mar y del océano, una hazaña igualmente
conocida.
Al
presentarse ante su orgulloso y satisfecho mentor, Heracles le
entregó el gran rebaño de Bueyes Rojos, que Euristeo sacrificó en
el templo a la diosa Hera, la mayor inspiradora -y a la vez-
adversaria del héroe. Y así finalizó el Décimo Trabajo,
antepenúltimo de los 12.
Varias
son las claves psicológicas del mito: La primera se refiere al
propósito del propio Trabajo, que en esencia consiste en
desprenderse de los últimos restos de egoísmo y de pasión
animal, a la vez que supera todo apego a la riqueza material,
simbolizada por el inacabable rebaño de Bueyes Rojos, valioso
presente que entrega a Gerión para su sacrificio ante Hera.
El
nombre de “Heracles” significa precisamente “Preciosa
Gloria de Hera”, inspirando y poniendo duras y difíciles
pruebas al héroe, quien ha de superarlas para conocerse y vencerse a
sí mismo y convertirse en el dios que es en potencia por sus propios
méritos.
Para
ello ha de cruzar el mar hasta sus confines, para a partir de allí
adentrarse en el océano desafiante y desconocido... En otras
palabras, ha de enfrentarse a sus tempestuosas emociones,
cruzando los profundos y desconocidos abismos de su psique, que como
toda psique humana -y él aun era un ser plenamente humano- está
invadida por las emociones.
Por
este motivo el talismán de Helios, que consiste en un vaso o cáliz
de oro puro, le sirve para iluminar su camino y cruzar las aguas -o
sea, enfrentarse a sus emociones- de modo seguro y sin riesgo de
perder de vista su meta.
El
feroz Ortro, perro de doble cabeza, es el símbolo de la pasión y
la furia animal que late y atiza en todos nosotros; por ello
Ortro ha de ser enfrentado y muerto.
Euritión
es la inteligencia de la personalidad, es decir, del Ego, y su
papel es todavía útil y necesario, por lo que Heracles le
permite seguir viviendo.
Él
y Ortro defendían el viejo paradigma, la antigua y obsoleta forma de
ser y de hacer, que ha de desaparecer para hacer posible la evolución
del Alma.
Gerión
es el símbolo del poder que mantiene al ser humano sometido a su
propia y limitante humanidad, correspondiendo cada uno de sus
torsos y cabezas a la parte instintiva, la emocional, y la mental,
por las cuales el ser humano que aun no ha despertado, sobrevive
sometido, ignorante de su verdadero poder e inmortalidad.
Gerión
es también el último defensor de la vieja visión que sobre la vida
tiene el ser humano que aun no es consciente de la más poderosa
de las verdades: Él también es un dios, pero lo ha olvidado,
reflejo e imagen del Dios -con mayúsculas- que todo lo ha creado, y
que nuestros ancestros de hace miles de años, en una sabiduría
olvidada y casi perdida, conocían como “Aquel que no tiene
nombre”, porque cualquier nombre, por magnífico que fuera,
limitaba su ilimitada grandeza.
Por
este motivo, el ser humano, prisionero de su Ego limitado, ha de
morir, para que pueda renacer el dios ilimitado que late en su
interior, más allá de cualquier consideración de tiempo y
espacio.
Hemos
llegado, estimado lector, al final de este artículo. Recuerda que
todos somos heraclidas, y estamos llamados a seguir los pasos de
Heracles, convirtiéndonos en los héroes de nuestra propia vida.
Puedes
consultar el primero de la serie, que habla sobre el origen del héroe
llamado Heracles, cuyo primer nombre, antes que decidiera enfrentarse
y vencerse a sí mismo, era Alcides, y también el orden comúnmente
aceptado de sus 12 Trabajos:
Manuel
Marques Robles
Mentor
y Coach del Camino del Héroe
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