Una Metáfora para
inspirarte y ayudarte en tu Viaje Heroico
Uno de mis ejercicios
prácticos favoritos para trabajar con mis clientes consiste en pedirles que
redacten su propia Metáfora del Camino del Héroe.
Para llevarlo a cabo
les explico qué es exactamente el Arquetipo del Camino del Héroe,
Paso a Paso, y les presento a los personajes de la Aventura que están
a punto de comenzar a vivir.
Si quieres saber más sobre este tema, puedes consultar estos cinco artículos; los dos primeros tratan sobre los 12 Pasos del Camino:
Y
los tres que siguen lo hacen sobre los Arquetipos:
A continuación,
utilizando el método de Milton Erickson, les llevo a un estado de
relajación, profunda pero consciente, para que puedan conectar con
su Mente Inconsciente, que es aquella que tiene todas las respuestas
a sus interrogantes...
Yo realicé este
ejercicio por vez primera, bajo la guía de su creador, Pedro Alonso
Da Silva, en el mes de agosto de 2013, y el resultado, que ahora
comparto con vosotros, es una metáfora muy esclarecedora y poderosa,
que retrata a la perfección mi propio Camino del Héroe, es decir,
el que estoy viviendo en estos momentos, pues recorremos el Camino
una y otra vez, ¡y cada vez con un mayor nivel de Consciencia!
Y ahora, abro para
todos vosotros las puertas de mi Alma:
“Érase una vez
una casa pequeña en un oscuro barrio de una ciudad igualmente
oscura. Una luz llegó desde el cielo hasta la casa y entonces se
escuchó el llanto de un niño.
Los padres intentan
proteger al niño de la maldad del mundo en el que viven; y también
de la visita del terrible Hombre del Carro, que inevitablemente les
va a encontrar, a toda la familia...
Pero cuando al fin
les encuentra, hiere de muerte a los padres, que comienzan a morir
poco a poco, y a partir de ese momento empiezan a envenenar a su
hijo, con la mirada, con las palabras, con el toque, con el aliento y
con un potente veneno que le dieron a beber en un vaso.
Pero el niño se
escapó, cuando tenía seis años de edad; sin embargo, el veneno
comenzó rápidamente a hacer efecto y su cuerpo enfermó, y así se
mantuvo, sin llegar a morir, pero quedó tan debilitado que desde
entonces ha de vagar por el mundo sin fuerzas para poder abrirse paso
como otras personas, pues su cuerpo enfermo le traicionaba
continuamente.
El Hombre del Carro,
incansable y pertinaz, le persigue desde cerca, para cogerle y
obligarle a cargar con el pesado Carro de Dolor, y así poder
olvidarse de él para poder morir tranquilamente, mientras el niño,
el Proscrito, queda encadenado al nefasto Carro para siempre.
Hay otra persona que
también sigue de cerca al Proscrito. Es una mujer, muy bella, que
viste de negro para pasar desapercibida entre la gente, y cuyo deseo
más ferviente es rescatarle del Hombre del Carro y de su funesto
destino.
En una calle le da
una limosna, mientras con la mirada, sus amorosas palabras y sus
dulces manos, comienza a rebajar la fiebre que le consume y a
curarle de su triste enfermedad.
Le dice que él es
un ser luminoso, que no desespere, que ella también fue una
Proscrita, y que la Oscuridad no imperará para siempre. Le aconseja,
diciéndole que cante, que busque hacer salir su voz, tan bella y a
la vez tan escondida en lo más profundo de su interior.
Pero alguna gente,
furiosa y asustada, arrinconan al Proscrito y entonces comienzan a
agredirle. En ese momento aparece el Hombre del Carro, que le seguía
la pista, apresándole y encadenándole al Carro, para obligarle a
tirar de él, azotándole con infinita crueldad con una afilada vara
de acero, con la cual le hiere el cuerpo y el alma.
Los siniestros
cuervos han graznado, y el Hombre del Carro, que entiende su
lenguaje, les ha escuchado, siguiendo el rastro de su sonido hasta
encontrar al niño, para encadenarle a la maldición que él ha
arrastrado hasta ese momento, y que ahora pertenece al Proscrito.
Ahora los temibles
caballos negros le han cercado, han formado un círculo a su
alrededor, cercándole sin posible escapatoria, y comienzan a herirle
con sus terribles y despiadadas voces, matándole el alma...
Es un día de
lluvia, una lluvia densa y pesada, y al acabar el día, el niño
Proscrito yace moribundo en el fango, encadenado al Carro, al cual se
ha subido el cruel Hombre, quien ahora es parte de la carga. El niño
llora de desesperación, y de esa manera toma contacto con su voz, y
empieza a cantar y entonces ésta cambia de tono y de volumen, y
espanta a los caballos, vuelve loco al infausto Hombre del Carro,
quien se tapa los oídos, desesperado, intentando no escuchar, y en
ese momento de triunfo sobre la adversidad, el Proscrito cobra
fuerzas para romper las cadenas y escapar.
Avisados por los
cuervos y los caballos, los Hombres Oscuros ordenan buscar al
Proscrito, al cual reconocen y apresan porque todavía lleva los
brazaletes de las cadenas. Obligan a la gente a regresar a sus casas,
mientras se llevan como prisionero al niño a lo más alto de una
oscura y gigantesca torre de cristal, y allí perpetran el crimen,
cortándole sus cuerdas vocales para que nunca más vuelva a cantar,
y le abandonan, desangrándose en campo abierto, para servir de
festín a los cuervos y los buitres, que acuden rápidamente a
devorar su cuerpo malherido.”
¡Muy bien! Hasta aquí
la 1ª Parte de este apasionante relato, y dentro de poco... ¡la 2ª
parte!
Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.
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