jueves, 30 de junio de 2016

Los 12 Trabajos de Heracles: Capturar al Can Cerbero, Guardián del Hades, y entregárselo a Euristeo


Yendo más allá de todos nuestro miedos y limitaciones


Te doy la bienvenida, estimado lector, al Decimosegundo y último Trabajo de Heracles; esta es la hazaña que culmina todas las anteriores, dando a Heracles el mérito y el derecho a convertirse en un dios, pues ha superado las últimas ataduras y limitaciones de su parte humana, despertando definitivamente al dios interior que vive en él, como en todos nosotros, trascendiéndose a sí mismo. Este es un paso que no tiene vuelta atrás, sus consecuencias son para siempre. 




Euristeo encarga a Heracles su última misión: Capturar al Can Cerbero, el perro que custodia la puerta del Hades, el profundo y terrible Inframundo, destino de las almas de los muertos.
Este Inframundo, tal y como lo concebían griegos y romanos, es un conjunto de cuevas laberínticas, un lugar húmedo y oscuro, un territorio pavoroso y sin límites al cual se llega cruzando el río Estigio, a bordo de la barca de Caronte.
Sería el equivalente al Infierno cristiano, pero más cercano en sus características al Purgatorio.




El Can Cerbero impedía la entrada en el Hades a los vivos, e igualmente impedía escapar de él a los muertos; era hijo de Equidna y Tifón, y hermano de Ortro, el perro pastor del Gigante Gerión, a quienes Heracles mató en su Décimo Trabajo.




Tenía tres cabezas; la primera de ellas es la del Amor a las Sensaciones, la segunda, que es también la central y más importante, es la de los Deseos, y la tercera y última de las Buenas Intenciones No Realizadas.
Estas tres fuerzas son quienes nos llevan a vivir continuamente el infierno en nuestras vidas, manteniéndonos prisioneros de un estado psicológico que nos cierra las puertas a superar nuestra mediocridad.
Estaba dotado además de una cola que picaba como un escorpión, y de crines en el lomo en forma de cabezas de serpiente, todas ellas venenosas, al igual que el pico de su cola.
Antes de dirigirse a la Puerta del Hades, situada en el más profundo de los abismos, bajo leguas de tierra, Heracles fue iniciado en los Misterios de Eleusis, donde aprendió cómo entrar y cómo salir del Inframundo.




Yendo de camino hacia el Hades liberó a Teso y Ascáfalo, atacados y acorralados unas fieras, y acto seguido se encaminó al Inframundo para llevar a cabo su Trabajo.
Entonces aparecieron Hermes, mensajero de los dioses del Olimpo, y Atenea, hija de Zeus y diosa protectora de Atenas, quienes le ayudaron a llegar hasta las profundidades del Tártaro -donde Heracles ya había estado con anterioridad para liberar a Prometeo- y encontrar la Puerta del Hades.
Aquel lugar era sobrecogedor, y atemorizaba las almas de los más valientes, incluso la de los héroes como el mismísimo Heracles, y ciertamente el héroe entre los héroes no hubiera tenido el valor de seguir adelante si no hubiera sido por los ánimos de Hermes y Atenea.




En camino hacia su destino cruzó el río Estigio a bordo de la barca de Caronte, quien no se atrevió a cobrarle la moneda que exigía como pago a todos aquellos que querían cruzar a la otra orilla.


 

Encontró a la Medusa Gorgona y al desafortunado héroe Meleagro, a quienes respetó a cambio de seguir su camino sin incidentes.
Al llegar a la Puerta del Hades el dios del mismo nombre, señor del lugar, se presentó ante él, y Heracles le explicó la misión que tenía encomendada, pidiéndole permiso para llevarse consigo al Can Cerbero. Hades se lo concedió, a condición que Heracles le dominara únicamente con sus propias fuerzas, sin hacer uso de sus armas.
Heracles le prometió cumplir con estas condiciones, y se enfrento resueltamente al Can Cerbero, a quien agarró con una presa por el cuello de su cabeza central, una presa terrible de la cual el feroz perro no pudo librarse. 




Al fin cedió en su esfuerzo el Can Cerbero, al constatar que no podía liberarse de los fuertes brazos de Heracles, dejándose conducir dócilmente por el héroe de vuelta al mundo de los vivos.
Cuando llegó ante Euristeo, acompañado del terrible Can Cerbero, su mentor huyó aterrorizado a esconderse en una tinaja, ante lo cual Heracles decidió regresar al Inframundo y devolver a Hades a su perro guardián.
Veamos las claves psicológicas del Trabajo: El propósito es enfrentarse a los miedos más profundos y poderosos, los cuales aun no han sido confrontados; para ello ha de entrar en el Hades, el Inframundo, que es el símbolo de la parte más terrible y oscura de nuestro Inconsciente, tanto individual como colectivamente.




Para superar este gran desafío pide ser iniciado en Eleusis, templo de gran sabiduría, y recibe también la ayuda de Hermes y Atenea, o sea, es ayudado por sus aliados y potencialidades interiores.
De camino a cumplir su misión, se encuentra con dos personas a las cuales decide ayudar a liberarse del asedio de las fieras; esto simboliza la voluntad de ayudar siempre que es posible a todo aquel que le necesite, pues es consciente que todos somos uno, y que no podemos permanecer ajenos al sufrimiento de los demás sin intervenir cuando está en nuestra mano hacerlo.
El Can Cerbero es el símbolo perfecto de todos nuestros miedos y aprensiones, y la lucha con él es dura y difícil, aunque breve, dada la maestría que el héroe ha adquirido a lo largo de sus Trabajos anteriores.




La entrada en el Hades simboliza la bajada a nuestros propios infiernos, o territorios de lo inconsciente en nosotros, donde se encuentran tanto los miedo y aprensiones más fuertes y difíciles de eliminar, como la oportunidad de conocernos en nuestra totalidad, pues la Sombra representa lo que no conocemos -o no queremos asumir- de nuestro ser, y el poder para dar un nuevo rumbo a nuestra vida, hacia el éxito y la plenitud.




En las sabias y acertadas palabras de Joseph Campbell, divulgador del Arquetipo del Camino del Héroe:

"Bajando al abismo es como recuperamos los tesoros de la vida. Cuando tropiezas, ahí está tu tesoro.
La misma cueva en la que temes entrar resulta ser la fuente de lo que estas buscando. La cosa maldita que tanto temías se ha vuelto el centro.”




Muy bien, hemos llegado a la conclusión y estudio de la clave psicológica del último Trabajo de Heracles. Ahora ya tienes las enseñanzas, es cuestión de aplicarlas en tu vida, pues como bien sabían y enseñaron quienes recopilaron este mito, basándose como se hace siempre, en acontecimientos y protagonistas reales, todos somos Heráclidas, es decir todos estamos llamados a ser como Heracles en nuestra vida, héroes y protagonistas de ella, y nunca más víctimas de las circunstancias ni de las limitaciones de los paradigmas sociales.
Citando de nuevo a Campbell:

"Tu deber auténtico es irte de la comunidad, de la sociedad, para encontrar tu Bienaventuranza; rebelarse ante las cadenas con las que la sociedad te ata a las viejas formas; es seguir las huellas de tu propia Bienaventuranza, abandonar la casa, comenzar la Jornada del Héroe, seguir tu Bienaventuranza.”




Aquí tienes los links a todos los artículos publicados con anterioridad sobre los 12 Trabajos de Heracles:





En los dos próximos artículos, antes del descanso de verano, abordaremos la figura del Prometeo, el Primer Héroe, y su relación con la Humanidad.


Manuel Marques Robles

Mentor y Coach para el Camino del Héroe


jueves, 23 de junio de 2016

Los 12 Trabajos de Heracles: Robar las Manzanas del Jardín de las Hespérides


Armonizando nuestra dualidad para servir al Universo


Sé bienvenido al Undécimo y penúltimo Trabajo de Heracles, el cual es también el más trascendental. Euristeo encarga a su discípulo robar las Tres Manzanas de Oro del Jardín de las Hespérides.




Estas manzanas fueron el regalo de boda de la diosa Gea -la Madre Tierra- a Hera, al tomar en matrimonio a Zeus, padre de los dioses y señor del Olimpo.
Hera es también la gran adversaria de Heracles a lo largo del Ciclo de sus 12 Trabajos, intentando una y otra vez -aunque no consiguiendo- que el héroe fracase y se de por vencido o sea muerto en el intento de realizar sus Trabajos.
La diosa había mandado custodiar las Tres Manzanas de Oro en su jardín sagrado, situado en la falda del monte Atlas; allí, un dragón de cien cabezas, de nombre Ladón, y tres ninfas conocidas como las Hespérides, y llamadas Egle, Eritia, y Hesperaretusa, es decir, “La Resplandeciente”, “La Roja”, y “La Aretusa de Poniente.”




A diferencia de sus Trabajos anteriores, Heracles no recibió de Euristeo ninguna indicación o información válida sobre dónde estaba situado el Jardín de las Hespérides, por lo que hubo de emprender una búsqueda a lo largo y ancho del mundo, tanto el conocido como el que se encontraba más allá de éste, en las cuatro direcciones del horizonte...
Para facilitar su tarea decidió pedir consejo a Nereo, también conocido como “El Anciano del Mar.” Este enigmático personaje demostró ser tan sabio como poco dado a compartir su conocimiento, y tras muchas respuestas ambiguas, Heracles prosiguió solo su camino.




A lo largo de su incesante búsqueda, siguiendo rumbo sur, hubo de enfrentarse a la Serpiente Anteo, gigantesca criatura aparentemente invencible, hijo de Poseidón, dios del Océano, y de Gea, la ya mencionada Madre Tierra.
Heracles descubrió cómo derrotarla al levantarla en el aire, pues en esa posición perdió todo su poder.
Su siguiente rival fue más astuto y peligroso; se llamaba Busiris, y era hijo de Poseidón y de una mujer mortal. Engañó a Heracles, haciéndole creer que le revelaría el camino correcto al Jardín de las Hespérides, pero le mantuvo en su palacio como invitado, hasta que llegó a olvidar su misión, y entonces le hizo prisionero tras haberlo narcotizado, y dispuso que fuese sacrificado.
No tardó Heracles en despertar y liberarse de sus ataduras, para a continuación matar a Busiris y abandonar su engañoso reino.
Prosiguió con su camino para realizar un prodigioso trabajo, que no forma parte del Ciclo de 12, pero que puede considerarse el Decimotercer Trabajo: Liberar al Titán Prometeo.




Prometeo, de quien hablaremos más adelante, estaba prisionero en el Tártaro, siniestro y olvidado rincón del Hades o Inframundo, que funcionaba como siniestra prisión para dioses, titanes y otros personajes díscolos que pudieran amenazar el domino del Olimpo sobre los hombres y los dioses.
Él fue quien robó el Fuego de la Consciencia del Olimpo para entregarlo a la Humanidad, desobedeciendo explícitamente a Zeus, quien le condenó a permanecer encadenado a una roca, mientras un águila le devoraba el hígado durante el día, herida que curaba completamente durante la noche, para comenzar de nuevo la tortura al día siguiente.
Heracles mató al águila con sus flechas, cortando para siempre las cadenas del ahora liberado Prometeo.




Finalmente llega ante Atlas, el gigante que soporta sobre sus hombros y espalda el peso del mundo. Apiadándose de él, toma la enorme esfera para auparla sobre sus propios hombros y relevar a Atlas de su tarea.




Fue entonces cuando Atlas, para agradecer a Heracles por su gesto, se dirigió al Jardín de las Hespérides -cuya localización Heracles seguía ignorando- y le entregó las Tres Manzanas de Oro.
Con ellas en la mano regresó Heracles para entregarlas a su mentor, quien no sabiendo qué hacer con ellas se las devolvió al héroe, que las entregó en el templo de su gran oponente, la diosa Hera.
Las claves psicológicas del Trabajo son tres: En primer lugar Heracles ha de comprometer en el cumplimiento de su misión tanto a su parte más animal, instintiva y agresiva, como a su parte divina, ejemplificados en la lucha a muerte contra Anteo, pues ahí ha de servirse de su fuerza para levantarlo en el aire, y también en la liberación de Prometeo de sus cadenas y de Atlas del peso del mundo, dos hechos en los cuales el héroe reconoce el mérito, servicio y sacrificio de ambos personajes, y el deber de contribuir él mismo a impulsar el progreso espiritual de la Humanidad.
Por este motivo todos nosotros estamos llamados a ser Heráclidas, o sea, héroes y heroínas de nuestra propia vida, siempre dispuestos a contribuir a construir un mundo mejor.




En segundo lugar, y acabamos de verlo, Heracles ha de superar definitivamente el egoísmo que de forma natural le viene dado por su parte más humana, y comprometerse decididamente con un servicio que trascienda su propio interés.
Ha de aprender además, y esta es la 3ª Clave Psicológica, a descubrir y evitar los engaños del camino -o a salir de ellos- simbolizados en el mito por el rey Busiris.

Muy bien; queda un último Trabajo, el nº 12, sobre el cual trataré en el siguiente artículo. Asimismo abordaré como un trabajo extra pero de enorme y significativa trascendencia, la liberación de Prometeo, artículo con el cual concluirá definitivamente este Ciclo de los (12 +1) Trabajos del héroe Heracles, espejo e inspiración para todos nosotros.
Puedes leer sobre los 12 Trabajos y el origen del Mito leyendo este artículo:


Manuel Marques Robles

Mentor y Coach para el Camino del Héroe


jueves, 16 de junio de 2016

Los 12 Trabajos de Heracles: Matar a Gerión y robarle su rebaño


Superando el egoísmo y el apego a lo material y efímero


Bienvenido al Décimo Trabajo de Heracles. Este es uno de los trabajos finales del héroe, y por ello de los más difíciles y exigentes. Euristeo le encarga robar y traer consigo de regreso el gran rebaño de Bueyes Rojos que pertenecía al gigante Gerión, quien poseía tres cabezas, tres torsos, y seis manos.




El mentor de Heracles sabe muy bien que este será un trabajo desafiante desde el principio hasta el final, y por ello le aconseja, como primer paso, pedir ayuda a Helios, dios del Sol, pues el territorio donde Gerión guarda y apacenta su rebaño está muy lejos, en la isla de Eritia, “más allá del océano inmenso...”




Además, los bueyes están bajo el cuidado y la protección de un pastor, llamado Euritión, y de Ortro, un fiero y terrible perro guardián de dos cabezas.




Para poder cruzar el océano y llegar hasta la isla de Eritia en un tiempo razonable, Heracles sigue el consejo de Euristeo, pidiendo ayuda a Helios, quien le obsequia con un poderoso talismán, que le guiará y le protegerá a lo largo del viaje desde el tranquilo -pero traicionero- mar Mediterráneo hasta el tempestuoso y desconocido océano Atlántico, llegando a las costas de la actual península ibérica, donde parece ser que se halla la isla entonces conocida como Eritia.
Al llegar a la playa de la isla, ve al ganado de Bueyes Rojos pastando tranquilamente a la orilla del mar siempre embravecido que un día bañó las costas de la poderosa Atlántida. 




Al divisar a Heracles y adivinar su intención de llevarse el rebaño, el temible Ortro se lanzó sobre él, lanzando alaridos y atacando furiosamente, una y otra vez, al héroe entre los héroes, quien supo esquivar cada una de sus dentelladas; tomando su enorme maza, Heracles golpeó con ella a Ortro, primero en una cabeza y luego en la otra, poniendo fin a su vida; así acabó para siempre con la terrible criatura, padre del poderoso León de Nemea, quien a su vez había sido derrotado y muerto por el mismo Heracles en su Primer Trabajo:

Al ver la derrota y muerta de su poderoso compañero canino, el pastor Euritión pidió clemencia a Heracles, quien decidió perdonarle la vida.
Estaba regresando sobre sus pasos, de vuelta a su navío y llevando al rebaño de Bueyes Rojos con él, cuando desde lejos llegó el gigante Gerión, decidido a vengar a su fiel Ortro, matando a Heracles y recuperando su valioso rebaño.




Frente a frente, héroe y gigante se desafiaron, y fue Gerión quien inició el ataque con su larga y poderosa lanza, que Heracles supo esquivar, para contraatacar disparando una flecha mortal, mojada en su punta con la sangre de la Hidra de Lerna, otra de las monstruosas criaturas derrotadas por el héroe, en este caso, en su Segundo Trabajo:

El mortífero proyectil atravesó los tres torsos de Gerión, hiriendo de muerte al furioso gigante, quien cayó a los pies del héroe vencedor.
Tomando, ahora sí sin oposición, el rebaño del difunto Gerión, regresó Heracles hasta su lejana patria, en Grecia, no sin llevar a cabo numerosas y meritorias hazañas, como corresponde al gran héroe que nos inspira en nuestro Camino del Héroe.
Una de ellas, y la famosa de todas, fue llegar hasta el estrecho de Gibraltar, que separa Europa de África, levantando dos grandes columnas como pórtico para separar el Mediterráneo del Atlántico, lo conocido de lo desconocido...




Anteriormente, en el viaje de ida, Heracles había separado ambos continentes para unir las aguas del mar y del océano, una hazaña igualmente conocida.
Al presentarse ante su orgulloso y satisfecho mentor, Heracles le entregó el gran rebaño de Bueyes Rojos, que Euristeo sacrificó en el templo a la diosa Hera, la mayor inspiradora -y a la vez- adversaria del héroe. Y así finalizó el Décimo Trabajo, antepenúltimo de los 12.
Varias son las claves psicológicas del mito: La primera se refiere al propósito del propio Trabajo, que en esencia consiste en desprenderse de los últimos restos de egoísmo y de pasión animal, a la vez que supera todo apego a la riqueza material, simbolizada por el inacabable rebaño de Bueyes Rojos, valioso presente que entrega a Gerión para su sacrificio ante Hera.
El nombre de “Heracles” significa precisamente “Preciosa Gloria de Hera”, inspirando y poniendo duras y difíciles pruebas al héroe, quien ha de superarlas para conocerse y vencerse a sí mismo y convertirse en el dios que es en potencia por sus propios méritos.




Para ello ha de cruzar el mar hasta sus confines, para a partir de allí adentrarse en el océano desafiante y desconocido... En otras palabras, ha de enfrentarse a sus tempestuosas emociones, cruzando los profundos y desconocidos abismos de su psique, que como toda psique humana -y él aun era un ser plenamente humano- está invadida por las emociones.
Por este motivo el talismán de Helios, que consiste en un vaso o cáliz de oro puro, le sirve para iluminar su camino y cruzar las aguas -o sea, enfrentarse a sus emociones- de modo seguro y sin riesgo de perder de vista su meta.
El feroz Ortro, perro de doble cabeza, es el símbolo de la pasión y la furia animal que late y atiza en todos nosotros; por ello Ortro ha de ser enfrentado y muerto.




Euritión es la inteligencia de la personalidad, es decir, del Ego, y su papel es todavía útil y necesario, por lo que Heracles le permite seguir viviendo.
Él y Ortro defendían el viejo paradigma, la antigua y obsoleta forma de ser y de hacer, que ha de desaparecer para hacer posible la evolución del Alma.
Gerión es el símbolo del poder que mantiene al ser humano sometido a su propia y limitante humanidad, correspondiendo cada uno de sus torsos y cabezas a la parte instintiva, la emocional, y la mental, por las cuales el ser humano que aun no ha despertado, sobrevive sometido, ignorante de su verdadero poder e inmortalidad.




Gerión es también el último defensor de la vieja visión que sobre la vida tiene el ser humano que aun no es consciente de la más poderosa de las verdades: Él también es un dios, pero lo ha olvidado, reflejo e imagen del Dios -con mayúsculas- que todo lo ha creado, y que nuestros ancestros de hace miles de años, en una sabiduría olvidada y casi perdida, conocían como “Aquel que no tiene nombre”, porque cualquier nombre, por magnífico que fuera, limitaba su ilimitada grandeza.




Por este motivo, el ser humano, prisionero de su Ego limitado, ha de morir, para que pueda renacer el dios ilimitado que late en su interior, más allá de cualquier consideración de tiempo y espacio.

Hemos llegado, estimado lector, al final de este artículo. Recuerda que todos somos heraclidas, y estamos llamados a seguir los pasos de Heracles, convirtiéndonos en los héroes de nuestra propia vida.
Puedes consultar el primero de la serie, que habla sobre el origen del héroe llamado Heracles, cuyo primer nombre, antes que decidiera enfrentarse y vencerse a sí mismo, era Alcides, y también el orden comúnmente aceptado de sus 12 Trabajos:


Manuel Marques Robles

Mentor y Coach del Camino del Héroe


viernes, 10 de junio de 2016

Los 12 Trabajos de Heracles: Derrotar a las Amazonas y tomar el Cinturón de Hipólita, su Reina


Equilibrando coraje e impulsividad con compasión y discernimiento


El Noveno Trabajo que realiza Heracles es, en su desenlace, otra dura lección para el héroe, pero en esta ocasión el hijo de Zeus, protagonista de los 12 Trabajos toma conciencia rápidamente de su error y lo compensa con una acción digna de un hombre de bien.





Euristeo, mentor de Heracles, tiene un hija llamada Admete; ella pide para sí el Cinturón de la Reina Hipólita, quien gobierna al poderoso pueblo de las mujeres nacidas y criadas para la guerra, las Amazonas; así pues, para complacer a Admete, Euristeo ordena a Heracles robar el Cinturón y traerlo consigo como regalo a su hija.




Este Cinturón, era un regalo divino, según unas interpretaciones del mito de Venus, diosa del Amor, y según otras de Ares, dios de la Guerra y la Confrontación; el Cinturón era el símbolo del poder de Hipólita sobre su pueblo, al cual había sabido unir gracias a la fuerza de las armas y a la inteligencia de sus estrategias militares.
Vivían en la orilla izquierda del Danubio, mirando hacia el Mar Negro, y hasta esas lejanas tierras -para la época, hace 3.000 años- llegó Heracles, acompañado de un grupo de guerreros voluntarios.




Las Amazonas despreciaban y mataban a los hombres, incluso a los niños recién nacidos, y solamente se servían de ellos para los sacrificios y para engendrar nuevas guerreras.
Era este pueblo formado exclusivamente por mujeres, descendientes de Ares y de la ninfa Armonía, devotas del mismo Ares, al cual ofrendaban en su templo dedicado a la Luna.
Heracles planea ganarse el aprecio y el respeto de las Amazonas, para obtener el Cinturón de la misma Hipólita sin recurrir a la violencia. Así sucede al principio, según narra una de las versiones del mito; sin embargo, la diosa Hera, la siempre presente adversaria del héroe, confabula contra él y sus buenos propósitos, haciendo correr entre las Amazonas un rumor sobre las verdaderas -según ella- intenciones de Heracles y los suyos: Secuestrar a la Reina Hipólita y llevársela consigo.
Las Amazonas toman sus armas y atacan al héroe y a los suyos, produciéndose una gran batalla en la cual Hipólita y las principales Amazonas pierden la vida.




Una versión diferente del mito ofrece otra escena: Hipólita da la bienvenida a Heracles, dispuesta a entregarle su Cinturón sin ofrecer resistencia ni intentar negociar o convencerle para que desista de su empeño -incluso hay investigadores que sostienen que la Reina se enamora de Heracles- pero el héroe, desconfiando de las intenciones de la reina, y temiendo una emboscada, la mata en el mismo salón del trono, delante de las Amazonas, y terminando con la vida de varias de ellas en su huida.




Fuere como fuere, Heracles se da cuenta de su terrible error, pues ha quitado varias vidas sin motivo alguno que justifique esta acción absurda y criminal.
Profundamente dolido por su estúpida acción, decide compensarla con una acción bienhechora, aun poniendo en riesgo su propia vida. 




La oportunidad se presentó en su viaje de regreso, pues Hesíone, hija del Rey de Troya, Laomedonte, estaba a punto de ser devorada por un furioso monstruo marino, enviado como castigo por Poseidón, dios del mar, quien reclamaba el pago por la construcción de un lienzo de la muralla de la legendaria ciudad.
No pudo evitar el héroe que Hesíone fuera devorada por la criatura de Poseidón... Sin embargo, empuñando su espada, abrió el vientre del monstruo y de él rescató a la princesa. 




Satisfecho con su buena y heroica acción, Heracles se sintió aliviado y emprendió el último tramo de su viaje a la morada de Euristeo y Admete.
Al llegar ante Euristeo, éste le recrimina por el innecesario asesinato de la Reina Hipólita y varias de sus Amazonas, pero reconoce que al haber salvado a la princesa Hesíone, ha demostrado haber aprendido la lección, compensando su error.
Varias son las interesantes y útiles claves psicológicas de este Noveno Trabajo: Las Amazonas representan los extremos de las energías masculina y femenina, con el claro predominio de la primera, pues habían relegado y aun despreciado su capacidad para albergar y dar vida, por desarrollar la maestría de arrebatarla a sus adversarios.




Igualmente habían reprimido su lado más tierno y compasivo para potenciar al máximo su faceta protectora, la cual había derivado en un impulso destructor y aniquilador, desprovisto de respeto y de piedad hacia todos aquellos a quienes consideraran una amenaza, especialmente a los representantes del sexo masculino. La Guerrera había enterrado a la Madre... ¡Los extremos nunca son buenos ni albergan ningún futuro!
El Cinturón de la Reina Hipólita, legada por Ares o por Venus, era precisamente el símbolo de:
"La Unidad lograda a través de la lucha, el conflicto, la contienda, la Maternidad y del Niño Sagrado -el Niño Interior- hacia quien toda vida humana realmente dirige su rumbo de evolución.”

Esta es la 2ª Clave: Llegar a la armonización a través del conflicto, superando todo antagonismo dentro y fuera de uno mismo.




Heracles roba el Cinturón, matando a su legítima propietaria, y dejándose llevar una vez más por sus instintos más animales -como sucedió con los Centauros en el trabajo de la captura del Jabalí de Erimanto- pero espoleado por su dolor y su propia consciencia, arriesga su vida salvando la vida de la princesa Hesíone. Una vida compensa a otra, un acierto a un error.

¡Muy bien! Así transcurrió y hemos aprendido del Noveno Trabajo de Heracles. Restan 3 Trabajos más dentro del Ciclo de 12, junto con otros dos que llevó a cabo a posteriori, los cuales conocerás en breve.
Si quieres saber más sobre el origen y desarrollo de los 12 Trabajos, puedes hacerlo leyendo este artículo:


Manuel Marques Robles

Mentor y Coach para el Camino del Héroe

viernes, 3 de junio de 2016

Los 12 Trabajos de Heracles: Robar las Yeguas Carnívoras del Rey Diómedes de Tracias


Integrando Alma y Personalidad


El Octavo Trabajo de Heracles consiste en robar y entregar para su custodia a las 4 Yeguas del Rey Diómedes, hijo de Ares, dios de la Guerra y la Confrontación. Este soberano gobernada el país de Tracia, territorio situado al norte de la actual Grecia.




Estas yeguas eran animales tan terribles, feroces, y despiadados como el León de Nemea, primer contendiente de Heracles, y al igual que el León, se alimentaban de carne humana, asolando la región donde vivían y dejando con sus pezuñas una huella de terror y desesperanza allí por donde pisaban.




Eran sumamente astutas, pues no en vano pertenecían a la estirpe de Ares, y vivían en un bosque profundo y oscuro, protegido tras unas ciénagas, donde habían establecido su hogar y su refugio.
Continuamente procreaban, aumentando su número, pero los 4 Yeguas originales eran el siniestro corazón de la manada; sus nombres eran Podargo, Lampón, Janto, y Deino.
Este Trabajo guarda dos grandes enseñanzas, tanto para el héroe, hijo de Zeus, como para cada uno de nosotros: La primera y más dolorosa es asumir que el Alma -el Ser Esencial e inmortal, o Actor- y la Personalidad -el Ego o Personaje- han de actuar juntas y de común acuerdo, imperando la voluntad e inteligencia del alma sobre la de la personalidad, si realmente queremos superar los desafíos de nuestro Camino como Héroes de nuestra propia vida; la segunda es no dar jamás por terminada una batalla hasta que nuestro adversario ha sido definitivamente derrotado, porque de lo contrario se levantará y de nuevo nos derrotará, echando a perder todos nuestros esfuerzos anteriores.




Para cumplir con el trabajo encomendado por Euristeo, Heracles se vale de la ayuda de su amigo Abderis, fiel y voluntarioso, pero también impetuoso, inconsciente y temeroso.
Sin embargo, juntos consiguen localizar rápidamente a las Yeguas, arrinconándolas en un lugar cerrado y sin salida, donde las ataron por sus patas y las capturaron sin mayor dificultad; pero el mayor y más humillante contratiempo estaba a punto de producirse...
Cumplido -aparentemente- el encargo, Heracles da por hecho el trabajo, y considerando que no merece su esfuerzo conducir a las Yeguas a su nuevo establo, encarga esta tarea, a simple vista sencilla y carente de dificultad, a su servidor Abderis.
Sin embargo, las Yeguas, conscientes del temor que le inspiraban a Abderis, se rebelan, rompiendo sus ataduras, y atacando al amigo y servidor del héroe, rápidamente le dan muerte y devoran su cadáver, recuperando su libertad para seguir perpetrando matanzas y atemorizando a la gente.
Avergonzado por su arrogancia, y profundamente dolido por su error, pues Abderis era su amigo y con su estupidez había traicionado su confianza, Heracles se pone de nuevo en camino para cumplir definitivamente con su misión, y esta vez captura a las peligrosas y traicioneras Yeguas, y él mismo -sin descuidar la vigilancia sobre ellas ni un solo instante- las entrega a sus nuevos custodios.




Al presentarse ante su mentor Euristeo, éste le dice, una vez informado del resultado y contratiempos del Trabajo: “Mal has llevado a cabo este Trabajo; aprende la lección que te corresponde, y disponte a cumplir con un nuevo Trabajo.”
La clave psicológica del mito es múltiple; comenzando por el principio, la 1ª Clave la constituyen las Yeguas, que simbolizan las ideas -y los pensamientos derivados de ellas- más primitivas, negativas y destructivas, que alberga nuestra psique, en los niveles más profundos del inconsciente.
Estas ideas están firmemente enraizadas en nuestra mente, y son muy difíciles de erradicar, pues son engañosas y parecen derrotas cuando aun pueden rebelarse y atacarnos.
Forman parte del bagaje de la Sombra Negativa, o Destructor en la Sombra, sobre la cual puedes saber más en este artículo:




La 2ª Clave es precisamente la primera de las enseñanzas que he explicado al principio del artículo; el Alma, simbolizada por Heracles, y la Personalidad, cuyo símbolo en este mithos es Abderis, han de actuar juntos, bajo la dirección de Heracles, pues ambos se necesitan para cumplir con el trabajo.
El Alma necesita probarse en los desafíos, aprendiendo y evolucionando; la personalidad es su vehículo, su fiel y entregado servidor. Heracles significa “Preciosa Gloria de Hera”, y Hera, esposa de Zeus (la Voluntad), es el Alma.






Al poner la responsabilidad de cumplir con la última -y peligrosa- parte del Trabajo, Heracles sacrifica a su propia personalidad, víctima de las feroces Yeguas o pensamientos destructivos de la Sombra Negativa, e incapaz por su propia naturaleza de llevar a cabo una tarea tan difícil, apta únicamente para el temple y la fortaleza del Alma.
La 3ª y última Clave es no dar una victoria por cierta, hasta haber derrotado definitivamente al adversario, empeñándose con todas las fuerzas hasta la final culminación de la lucha.




El éxito solo es tal cuando se consigue al 100%, no al 90 ni al 80, ni a ningún otro engañoso porcentaje... Dura lección que Heracles ha de aprender con dolor y humillación, y el héroe y sus 12 Trabajos son un reflejo de nuestra propia lucha para derrotar y aniquilar -o convertir en aliados- a nuestros adversarios internos, ¡tenlo en cuenta!

Muy bien, hemos llegado hasta el inesperado final del Octavo Trabajo; aun restan cuatro más hasta cumplir con el Ciclo de las 12 que llevó a cabo, para inspiración y ejemplo de todos nosotros, heraclidas o héroes de nuestra propia vida.




Aquí tienes los links a los artículos correspondientes a los 7 Trabajos anteriores:


Manuel Marques Robles

Mentor y Coach para el Camino del Héroe