domingo, 15 de junio de 2014

Citius, Altius, Fortius


El Camino del Héroe en el Deporte


Más alto, más alto, más fuerte.” Este es el lema de los Juegos Olímpicos contemporáneos, que se celebran una vez cada cuatro años; y precisamente en estos días se está disputando el Mundial de Fútbol, el Rey del Deporte, seguido y practicado por millones de personas en todo el mundo. 
 

  
Ahora es posible que te preguntes, ¿y qué tienen que ver estos acontecimientos deportivos multitudinarios, y el propio deporte, con el Camino del Héroe?
La respuesta es sencilla, ¡y sorprendente!
Los Juegos Olímpicos que se celebraron durante más de mil años en la antigua Grecia, convirtiéndose desde entonces, en el año 776 antes de Cristo, en el origen de todas las disciplinas deportivas, fueron fundados por un Héroe.
 


Todo comenzó cuando Heracles, el Héroe Mitológico por excelencia, pues es de entre todos el más conocido y cercano, una vez finalizados con éxito sus Doce Trabajos, decidió homenajear a su padre Zeus, construyendo con sus propias manos un estadio sagrado en su honor.



Una vez terminado, encendió una antorcha -símbolo del Fuego de la Consciencia- en reconocimiento a la hazaña de Prometeo, un legendario titan griego que sacrificó su estatus para compartir con la Humanidad el Fuego Sagrado que nos permite elevarnos por encima de nuestros instintos y de nuestra mente egoísta, sufriendo por ello un terrible castigo...



  
Con la antorcha en la mano, Heracles corrió hasta el lugar en donde consagró el Fuego Sagrado, y ese fue el origen del “Stadion,” que durante los primeros siglos fue la única prueba disputada en las Olimpiadas.
Con el tiempo se fueron incorporando otras pruebas, como por ejemplo el “Pugilato” (Boxeo con guantes provistos de pequeños cristales que producían terribles heridas) ,el “Pankration” (Lucha Libre sin reglas -o casi- equivalente al vale tudo actual), el “Pentatlón” (compuesto de cinco pruebas: El Stadion, el Pancracio, el Salto de Longitud, y los Lanzamientos de Disco y Jabalina),” o “Tethrippon” (Carrera de Carros tirados cada uno por cuatro caballos), y muchas otras... 


Pero era el Stadion, cuya longitud equivale aproximadamente a 200 metros, la prueba de mayor prestigio, porque había sido instaurada por Heracles, el héroe más importante para los griegos, y por este motivo ganarla se consideraba el triunfo con mayor reconocimiento. 
 



Los Juegos Olímpicos eran en realidades celebraciones religiosas en honor a los dioses en las cuales, a través del cultivo del cuerpo y la mente, pues en las Olimpiadas también había lugar para la música y la poesía, se buscaba también despertar al Dios Interior de cada participante, para que de esta manera diese lo mejor de si mismo en la competición. 
 



¡Porque el Deporte es, sin ninguna duda, una escuela para la Vida! Y esto es tan válido hoy en día como lo era en la antigüedad.
Hubo, además de los Juegos de Olimpia, otros muchos en toda Grecia, como por ejemplo los Píticos, los de Éfeso, o las Heraias de Argos. Sin embargo, con la caída del Imperio Romano en occidente, y con ello del Mundo Clásico y sus Valores, el deporte como práctica y disciplina fue relegado al olvido, y no fue hasta finales del siglo XIX que resurgió de sus cenizas.
Anteriormente la aristocracia practicaba algunas disciplinas que podían considerarse deporte, pero no fue hasta la aparición en escena del barón Pierre de Coubertin, que las Valores Atemporales del Deporte fueron rescatados del olvido y dados a conocer para poner en práctica por la gente en su vida cotidiana. 
 




Bajo el Lema “Citius, Altius, Fortius,” que como comenté al principio de este artículo significa “Más Rápido, Más Alto, Mas Fuerte,” comenzaron en 1896, en la ciudad de Atenas, los Juegos Olímpicos contemporáneos, que hasta 1972 fueron disputados exclusivamente por atletas amateur.



  
Y así llegamos al deporte como práctica popular, en esta época donde tantas personas buscamos cuidar nuestro cuerpo, fortaleciéndolo para armonizar actividad física y mental y de esta manera ganar en salud y en calidad de vida.




Sin embargo, más allá del mero disfrute y del relax que nos proporciona el poder desconectar de nuestros problemas durante el tiempo que le dedicamos, el deporte nos ofrece el cultivo de una serie de Valores que nos son de gran ayuda en la vida, especialmente en situaciones difíciles, cuando nos enfrentamos a grandes retos: Capacidad de Sacrificio, Disciplina, Determinación, Resiliencia, Automotivación, Flexibilidad y Capacidad para adaptarse a los cambios, Compañerismo, Solidaridad, Autosuperación...



El Deporte nos proporciona experiencias intensas y de gran profundidad, que nos pueden cambiar la vida, como pueden testimoniar millones de personas a lo largo y ancho de nuestro mundo. 



Personas de ambos sexos, de cualquier edad, condición social, credo, profesión, de todas las nacionalidades.
Yo soy una de esas personas a las cuales el Deporte me cambió la vida, enseñándome a ser el Héroe de mi propia vida, a buscar a través de la práctica y la disciplina mi mejor versión, porque ha sido a través del Deporte que he aprendido los hábitos que me han permitido enfrentar y superar los grandes retos de la vida.
El cuerpo es simplemente el instrumento, pero el verdadero trabajo, la auténtica alquimia, se realiza en el Alma. Este era el sentido de la “Areté” de los antiguos griegos, y del “Do,” la Vía o Camino que a través de la práctica del combate con o sin espada, de la caligrafía o de la preparación del te, lleva a la Excelencia.
Para plasmar esta experiencia en palabras, voy a compartir con vosotros, en primer lugar una oración que redacté como ofrenda a la diosa Niké, la Diosa de la Victoria, y que deposité en la cumbre del puerto de montaña. 
 



Fue en agosto de 2004 cuando subí en bicicleta los 22 km que separaban el bello pueblecito provenzal de Bedoin de la cima del Mont Ventoux, conocido como el Gigante de la Provenza.


A Niké

La de las Alas Doradas,
la Diosa de la Victoria,
que inspira y protege a los Héroes,
y a quienes se determinan
a vencerse a sí mismos,
como una ofrenda de aquellos
que suben hasta aquí
para honrarte.

Mont Ventoux, 29 de agosto de 2004




Fueron casi dos horas de esfuerzo, ¡y también de disfrute! que marcaron un antes y un después en mi vida.
A continuación, en segundo lugar, y para concluir este artículo, te comparto un vídeo realmente emocionante, conmovedor e inspirador, que nos habla de un padre y un hijo que decidieron superarse a sí mismos y a todas, repito ¡todas! sus limitaciones compartiendo esfuerzo e ilusión en todas las pruebas deportivas que corrieron juntos: 




Ellos forman el Hoyt Team. Dick y Rick Hoyt, padre e hijo, han participado en casi 300 carreras, incluidas Triatlones Ironman y Maratones.
Cuando Rick nació, su cordón umbilical se enrolló alrededor del cuello, cortando el flujo de oxígeno hacia su cerebro, que quedó irremediablemente dañado.
A pesar de que este accidente condenó a su hijo a vivir como un discapacitado totalmente dependiente de él, Dick se negó a rendirse ante este terrible golpe del destino, y habló con su hijo, para que juntos, como un equipo, lo desafiaran.
¡Y lo consiguieron! Hoy en día Rick es una persona totalmente independiente, que trabaja desarrollando software para facilitar la vida de otras personas con su misma discapacidad, y Dick es un orgulloso padre, que ha sabido darse a sí mismo y a su hijo, la oportunidad de vivir una vida realmente plena, enfrentándose al rechazo y el desprecio de la sociedad y de su propia familia y amigos, quienes se negaban a creer que pudieran conseguir realizar este Sueño.
Así pues, aprovechando que esta semana celebramos el Solsticio de Verano, el día por excelencia de los Héroes, te insto a ponerte unas zapatillas y a salir ahí fuera a retarte a ti mism@, en busca de tu mejor versión. 

 
 

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