Los
Adversarios más mortíferos en el Camino del Héroe
Si
existen dos grandes obstáculos para alcanzar la felicidad que todos
merecemos por derecho de nacimiento, estos son, sin ninguna duda, el
miedo y la culpa.
Ellos
representan las dos caras de la madre de las 10.000 cabezas de la
mortífera Hidra de Lerna, la misma contra la que luchó el gran
Heracles, Héroe entre los Héroes.
El
Mito nos relata como en el Segundo de sus Trabajos -según el orden
tradicionalmente más aceptado- Heracles ha de cumplir la misión de
acabar con la Hidra de Lerna, un terrible monstruo de 10.000 cabezas,
todas ellas armadas de dientes afilados y venenosos, que vive en el
corazón del pantano de la comarca de Lerna, atemorizando desde allí
a todos los habitantes y viajeros de la región.
El
entorno donde vive la Hidra, un pantano oscuro y maloliento, del cual
emanan vapores mortíferos que envenenan a todo aquel que los
respira, simboliza el lado más oscuro de nuestra mente, cargado de
miedos, culpas, rencores, y pensamientos enrevesados, irracionales y
asesinos.
La
propia Hidra, con sus diez mil cabezas, representa los laberintos de
la mente, intrincadas trampas que no llevan a ninguna parte, salvo
hacia abismos sin fondo de los cuales es imposible escapar...
El
valiente Heracles avanza decidido a cumplir con su misión, poniendo
fin a la existencia de la monstruosa hidra, y para ello se adentra en
el pantano, cubierta su nariz con un pañuelo, para no respirar el
venenoso aire del lugar, que incluso a él puede matarle, acompañado
de su fiel ayudante Yolao.
Cuando
divisa a la Hidra apresta su arco, disparándole flechas de fuego
para obligarla a salir de la seguridad de la cueva donde se esconde,
pero no sirve de nada, porque el monstruo se niega a salir a la luz y
luchar cara a cara, al igual que una parte profunda y malévola en
cada uno de nosotros, cuando la enfrentamos en nuestro heroico
proceso de crecimiento como seres humanos.
Así
prosiguen los tres días siguientes, hasta que al fin la Hidra sale
de su refugio a luchar cara a cara con el valeroso Heracles, que
somos también cada uno de nosotros.
Desenvainando
su espada, el héroe corta una tras otra de las cabezas de la Hidra,
pero solo para ver, con miedo y asombro, como de cada cuello
decapitado surgen dos nuevas cabezas, y así una y otra vez...
Sin
embargo, un verdadero héroe no lo es solamente por su fuerza, sino
también por su inteligencia, y así sucede que Heracles, viendo que
esa lucha es inútil y que solamente puede conducirle a su propia
muerte, tira su espada, y metiéndose en el pantano hasta la cintura
agarra a la Hidra por abajo y levantándola en un esfuerzo supremo,
la saca del pantano donde es poderosa para llevarla a la luz donde
pierde todo su poder.
En
ese momento cuando bajo los cálidos rayos de limpia luz, todas las
cabezas mueren y caen exámines... ¡Todas menos una, la única
realmente inmortal!
Cuando
toma de nuevo su espada y de un tajo corta esta cabeza, muere
entonces y para siempre la terrible Hidra del Pantano de Lerna.
La
luz del sol, hasta la cual llevó Heracles a la Hidra, simboliza la
Luz de nuestra propia Consciencia, nuestro Discernimiento o
Inteligencia del Alma; solamente ella puede debilitar la fuerza de
los engañosos tentáculos de la parte más profunda y patológica de
nuestra psique, dejando al descubierto a la semilla, origen y centro
de todos nuestros sufrimientos, limitaciones e impedimentos en la
vida.
Y
esta cabeza, madre de las 9.999 restantes, tiene dos caras, que nos
miran fijamente, con ojos hipnóticos y profundamente malvados: Son
el Miedo y la Culpa.
Son
en apariencia similares, pero muy distintos, aunque su objetivo es el
mismo: La destrucción de toda posibilidad de abrazar la felicidad.
El
miedo puede frenarnos, e incluso paralizarnos; la culpa, sin embargo,
nos paraliza desde el primer momento, allí donde estamos, matando
nuestra alma y todos los sueños que deseamos hacer realidad.
Por
la culpa matamos o hacemos matar, o nos dejamos matar sin oponer ni
siquiera una simbólica resistencia.
La
culpa es pues, la más peligrosa y mortífera de las dos caras de la
Hidra, y la última en seguir planteando batalla cuando el miedo ha
sido ya derrotado.
Y
el miedo al que me refiero aquí no es el natural, el que funciona
por instinto de supervivencia -el miedo a caerse y el producido por
los ruidos fuertes y repentinos, según han demostrado los estudios
científicos- sino el producto de la locura desbocada de nuestra
mente, tanto de la individual, como la colectiva.
Una
mente que fabrica miedos sin fin, miedos que nos persiguen y
torturan, como siniestros y malévolos fantasmas, tal y como abordo
en este artículo:
Miedo
al ridículo, a qué dirán los demás, al éxito -el Complejo de
Jonás descrito en psicología, directamente relacionado con la
culpa- a salir de nuestra engañosa Zona de Confort y Seguridad -que
es, irónicamente, el lugar más peligroso en estos momentos de
cambio- miedo al error, miedo al dolor, miedo al miedo... Y una lista
interminable de fantasmas insustanciales pero de una apariencia tan
real ¡que creemos que son reales!
Muy
bien, por hoy llegamos hasta aquí, en la segunda parte de este
trabajo proseguiremos en nuestro duelo con el miedo y la culpa, los
mayores y más despiadados enemigos de nuestra felicidad.
Manuel
Marques
Coach
para el Camino del Héroe