Poniendo
luz en nuestras Sombras
Veamos
a continuación el Trabajo nº 2 de Heracles, siguiendo el orden más
aceptado en la lectura del mito, y también una de las hazañas más
difíciles y prodigiosas del héroe.
Euristeo
encarga a Heracles encontrar a la feroz y malévola Hidra de Lerna,
un temible monstruo de múltiples cabezas, las cuales, según las
diferentes interpretaciones del mito suman 9, 10, 100, 1.000, ¡y
hasta 10.000!, todas y cada una de ellas armadas con una poderosa
dentadura, cuya mordedura es mortal de necesidad.
Parte
entonces Heracles, acompañado de su fiel ayudante Yolao, y de nuevo
bien instruido por su mentor Euristeo de las características y
peligros del nuevo trabajo que ha de acometer.
La
Hidra, implacable y monstruosa criatura, vive en el corazón del
infernal y nauseabundo pantano de la región de Lerna, un lugar que
otrora fue bello y acogedor, pero que el monstruo había convertido
con su presencia y su poder, en un rincón maldito y olvidado que
nadie que apreciase la vida quería frecuentar.
Sus
aguas putrefactas despedían un vapor denso y venenoso, capaz de
matar por asfixia al más fuerte y recio de los hombres, ¡incluso de
los héroes!, por lo que tanto Heracles como Yolao han de cubrirse la
cara con un pañuelo, respirando con dificultad.
Al
igual que el León de Nemea, objeto del Primer Trabajo de Heracles,
la Hidra, serpiente de múltiples y mortíferas cabezas, y aún más
peligrosa, fue criada con esmero por Hera, esposa de Zeus y también
la más implacable adversaria del héroe.
Puedes
leer sobre el León de Nemea y su muerte a manos de Heracles haciendo
click en este enlace:
Algunas
versiones añaden además el dato del estrecho parentesco entre ambas
criaturas, pues la Hidra y el León eran hermanos, señalando que
este trabajo le fue encomendado a Heracles para que en su ejecución
hallara la muerte, vengando así al León de Nemea y al honor
ofendido de la altiva Hera.
Al
llegar al pantano de Lerna, Heracles comienza una minuciosa búsqueda
de la astuta Hidra, pero ésta, advertida de la presencia y del
propósito del héroe, se refugia en lo más profundo de la húmeda
cueva que le sirve de guarida, rehuyendo una batalla que no estaba
segura de poder ganar, al igual que hizo el León de Nemea.
Heracles
toma entonces su arco y encendiendo la punta de sus flechas, comienza
a disparar hacia la entrada de la cueva, para obligar a la Hidra a
salir y presentar batalla.
Durante
tres largos días, con sus tres noches, Heracles y la Hidra midieron
su paciencia y determinación, hasta que al fin, al amanecer del
cuarto día la monstruosa señora del pantano de Lerna se dio por
vencida, en este primer asalto, y salió a la tenue y grisácea luz
que apenas alcanzaba a alumbrar el pantano, para plantar cara al
héroe.
¡Entonces
comenzó la verdadera lucha, a vida o muerte! Armado de su poderosa
espada, afilada como los rayos del sol, Heracles cortó una y otra
vez cuantas cabezas de la Hidra tuvo al alcance de su brazo,
esquivando a su vez las mordeduras de las que aún no había
decapitado.
Pero
fue entonces cuando la Hidra mostró su verdadero poder de
regeneración, ¡pues de cada cabeza cortada surgían dos nuevas
cabezas!
Así
se desarrolló el implacable duelo a vida o muerte entre Heracles y
la Hidra, pero el héroe no tardó demasiado en comprender que era
una batalla perdida de antemano...
Más
tarde o más temprano, una de las cabezas restantes alcanzaría a
morderle, inyectándole el veneno que paralizaría sus miembros y le
ocasionaría una muerte inevitable, incluso a él, semidiós e hijo
de Zeus, señor del Olimpo.
Sin
embargo, y como he señalado muchas veces, un héroe no lo es solo
por su fuerza y determinación, sino también -y sobretodo- por su
astucia e inteligencia, y Heracles no es una excepción.
Habiendo
comprendido la necesidad de un cambio en su estrategia, Heracles
guarda su espada y metiéndose en el pantano hasta el pecho, agarra a
la Hidra por su cuerpo, y con la única ayuda de sus poderosos
brazos la levanta, sacándola del agua donde también se había
sabido defender, y la eleva hasta donde los limpios rayos del sol
iluminan al monstruo, bañando con su cálida y purificadora luz
hasta la última de sus innumerables cabezas.
¡Entonces
sucede el prodigio! Y todas las cabezas se secan y exánimes caen
muertas para siempre, como cae la ceniza del cuerpo quemado de una
criatura a la tierra que le dio vida...
Todas
las cabezas menos una; la madre de todas las cabezas, la única
realmente inmortal, esa sigue viva y coleando, pero no por mucho
tiempo, pues tomando de nuevo su espada, Heracles corta esta última
cabeza, poniendo fin para siempre a la existencia de la terrorífica
Hidra del pantano de Lerna.
Otra
versión del mito nos narra como tras cortar una cabeza, su ayudante
Yolao cauterizó la herida con el fuego de una antorcha para prevenir
que ninguna nueva cabeza surgiera de la decapitada.
Por
último, antes de dar por concluido el trabajo, entierra la cabeza
debajo de una gran roca, exclamando entonces con la satisfacción del
deber cumplido: “El Trabajo hecho está!”
La
Hidra representa, en la interpretación psicológica del mito, a
nuestra Sombra Oscura, y también a la parte más destructiva de
ésta, llamada Sombra Destructora.
Vive
en el putrefacto y venenoso pantano de Lerna; el agua representa
en su clave simbólica a nuestras emociones, y dado que éstas
están ligadas en el ser humano a sus pensamientos, pues la nuestra
es una mente llena de deseos, el hogar de la Hidra es una imagen
perfecta de nuestra psique, poblada de emociones insanas y muy
venenosas, que alejan toda forma de vida sana de ella.
Al
ser retada por el héroe, la Hidra retrocede hasta su guarida -al
igual que hizo el Ego-León de Nemea- y la cueva representa
nuestro inconsciente, o sea, aquella parte de la psique que opera
sin nuestro permiso y conocimiento, y frecuentemente en contra de
nuestra voluntad y legítimos intereses.
Las
flechas de fuego son los intentos de Heracles de poner luz
-Consciencia- en la cueva de lo inconsciente, para obligar a
la Sombra-Hidra a salir al descubierto y luchar cara a cara.
Tres
días, símbolo de un ciclo, tarda en conseguir que salga a la luz;
pero entonces se da cuenta que cortar una cabeza -solucionar un
problema o dificultad- no sirve de nada, pues dos más aparecen a
continuación.
Esta
clave nos enseña que hemos de ir a la raíz del problema, a la
causa original, no al efecto posterior ni a la causa aparente,
porque solamente así podremos matar a la Hidra, es decir, solucionar
el problema principal y esencial de nuestra vida, que es la falta
de verdadero Amor por nosotros mismos, y la aversión y
alejamiento de nuestro verdadero Ser.
Todo
lo que sucede a continuación es una consecuencia de este trágico
acontecimiento, pues tal y como relata el mito, fue la presencia de
la Hidra lo que convirtió a la primitiva laguna en un pantano
desolado y ausente de toda forma de vida que no fuera la de la
monstruosa serpiente de múltiples cabezas.
Como
has podido leer este Trabajo es muy interesante, y su resolución nos
brinda muchas claves prácticas para aplicar a nuestra vida, porque
como enseñó Joseph Campbell: “El mito es un vehículo de
mensajes válidos para toda la vida.”
Seguiremos,
en el próximo Trabajo, el tercero de los 12, con la captura de la
escurridiza y enigmática Cierva Cerinia.
Mientras
tanto te invito a leer el artículo con el cual comenzamos esta
serie:
Manuel
Marques Robles
Mentor
y Coach para el Camino del Héroe
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