Una fábula sobre el
Miedo y la Libertad
"Pero la realidad es que ella
se encontraba allí, en medio de un bosque espeso y desconocido, y
por más que andaba de aquí para allá no encontraba la salida, ni
siquiera una pista, y confusa y agotada, se rindió al fin a lo
inevitable, dejándose caer al áspero suelo de aquel bosque, tan
diferente del acogedor valle en el que pacía cada día desde pequeña
con sus hermanas.
Las pisadas se oían a lo lejos,
luego algo más cerca, y después aún más, hasta que aquello se
hizo evidente… ¡No estaba sola en aquel bosque! Escuchaba la
hierba masticar, y atisbaba su figura a lo lejos, un porte digno y
recio, unos enormes cuernos como no los había visto jamás, y más
alta que el fiero y temido perro pastor que desde que ella recordaba
siempre había vigilado al rebaño.
¿Quién era? ¿Sería seguro
permanecer allí? Por un momento pensó en huir –todavía no se
habrá dado cuenta de que estoy aquí- pero luego reflexionó… ¿hacia
dónde? Así que se armó del poco valor que tenía –la verdad es
que nunca lo había necesitado en su vida- y decidió jugarse el todo
por el todo, acercándose a la misteriosa criatura, que se le
antojaba un lejano, muy lejano congénere.
-¡Buenos días! Mi nombre es
Arana y soy una cabra del valle, pero como ves no estoy allí, y es
que me he perdido… ¿Podrías ayudarme, por favor? La misteriosa
criatura dejó de comer durante un momento, y levanto lentamente la
cabeza, mirando a aquel pequeño y curioso visitante, que también se
le antojaba un pariente lejano…
-¡Vaya! Nunca sabe una lo que va
a encontrar en el bosque. Yo me llamo Lutecia, y soy una cabra de las
montañas, ¿cómo has llegado a parar aquí? ¡Nunca había visto a
nadie como tú!
-Verás, me encontraba con el
resto de mis hermanas paciendo en el valle, como cada día desde que
era pequeña, cuando aquella espantosa tormenta puso el mundo del
revés, y sin saber muy bien cómo, fui a parar a este bosque tan
oscuro; supongo que tan asustada como estaba corrí sin saber en que
dirección iba y me perdí, y ahora no tengo ni idea de hacia dónde está
el camino del valle; si lo encuentro, desde él sabré llegar hasta
el corral, que es mi casa; ¿sabes dónde está el camino que busco?
-Vaya, vaya, el miedo nunca es un
buen compañero de viaje, eso me enseñaron de pequeña… Lo siento,
pero yo no te puedo ayudar. Vengo, como te dije, bajando de las
montañas, porque allí arriba la nieve es espesa y aún cubre los
pastos, así que bajo cada mañana hasta el bosque para comer, y
vuelvo cada tarde a mi hogar entre las cumbres, más allá del gran
desfiladero, y así será hasta que llegue el verano y las nieves se
retiren.
Cuando oyó la respuesta de
Lutecia, la pobre Arana perdió la última esperanza que le quedaba
de regresar a salvo a su hogar, y de nuevo se dejó caer al suelo del
bosque, pero esta vez llorando desconsoladamente…
-Ay, ay, ay, que será de mí,
tan lejos de mi hogar y de mis hermanas, ¡Qué será de mí en este
bosque oscuro! Pobre de mí, ya nunca volveré a comer la hierba
verde y fresca del valle ni a hablar con mis hermanas, ¡ay, ay, ay!
Incluso echo de menos a mi amo que nos encerraba en aquel corral
oscuro y a su perro, que corría tras nosotras para mordernos… ¡Ay,
ay, ay, pobre de mí!
Tan alicaída vio Lutecia a
aquella pobre cabra del valle, que pensó que ya que no podía
señalarle el camino de vuelta a su hogar, al menos podía ofrecerle
uno nuevo en las montañas.
-Escúchame, no puedo guiarte de
regreso a tu valle, porque no conozco el camino, y es que yo nunca me
he aventurado más allá de este bosque, pero si quieres, puedo
enseñarte el camino a mi casa; somos muchas allí en las montañas,
y con el tiempo ellas serán tus nuevas hermanas. Ya no añorarás tu
pequeño corral del valle, y es más, vivirás el resto de tu vida en
libertad, sin amos ni pastores, libre como el viento que acaricia las
cumbres, ¡libre y feliz como nosotras!
Y al oír esas palabras, Arana
paró de llorar, y tras pensarlo unos momentos, le respondió –vale,
me gusta mucho tu idea, vayamos a tu hogar en las montañas, ¡enséñame
el camino Lutecia!
Partieron pues, ahora en animada
conversación, hacia las lejanas montañas, y de tanto en tanto
paraban para pastar de lo que el bosque les ofrecía, y es después
de tanto miedo y angustia, Arana había recordado que llevaba casi un
día entero sin comer, ¡y eso no es bueno!
Habían andado ya varias horas,
el bosque quedaba atrás y el sol comenzaba a ocultarse detrás de la
gran cumbre, así que bajo las ramas de un gran roble buscaron
refugio para pasar la noche. Mucho tiempo había pasado desde la
última vez que Lutecia había dormido fuera de las montañas, pero
la compañía de Arana, parándose a curiosear en su nuevo mundo a
cada paso que daban, retrasaba mucho la marcha. Pero al menos, y a
pesar de estar al raso, el gran roble les protegería.
Al llegar el nuevo día se
levantaron prestas, acariciadas por los tibios rayos del sol del
amanecer, desayunaron con las sabrosas plantas humedecidas por el
rocío, y se dispusieron a completar la última etapa del viaje. Ya
despuntaba el astro rey cuando llegaron a las faldas de las montañas
y comenzaron a subir…
Pero lo hacían lentamente,
porque Arana a duras penas iba escalando por las rocas, acostumbrada
como estaba a andar por la llanura, y la sabia Lutecia, consciente de
ello, se acompasaba a su ritmo con la mayor paciencia. Al poco tiempo
de subir por los peñascales pudo ver Arana la amplia llanura que
iban dejando atrás, y aún más, pudo atisbar allá, a lo lejos, el
sendero que abandonaba el bosque por entre dos viejos olmos, y
serpenteando, después de cruzar un pequeño torrente, llegaba hasta
el valle que tan bien conocía.
-¡Que alegría! ¡Ahora yo sola
sabría como volver a mi corral, con mis hermanas...! Pero ya que he
emprendido el camino, quiero llegar hasta el final y ver cómo se
vive en las montañas…”
Manuel Marques Robles
¡Y muy pronto la 3ª y última
parte de esta apasionante aventura!
Si no has leído la 1ª parte, aquí
tienes el link:
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Hola Manuel, que emocionante , me dan ganas de tener un chiquito para contarle tus lindas y valiosas historias.. gracias..!
ResponderEliminarHola Siaolis, de nada ¡gracias a ti por seguir el relato con interés! Me alegro mucho de que te guste la fábula. Puedes contársela a tu Niña Interior, que seguro que estará encantada de escucharla. Y aún queda la 3ª parte... ¡Que podrás leer mañana!
ResponderEliminarQué belleza de fábula Manu, me encantó... me siento identificada. UN ABRAZO
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